quarta-feira, 25 de outubro de 2023

Facundo Cabral por Pipo Lernoud (Revista Canta Rock, 1984)

 


La vida es hermosa, si podés no te la pierdas”.


Aqui tenemos el payador moderno, gaucho cantor y vagabundo de la era tecnotrónica, que no se limita al galope de su caballo sino que monta los modernos aviones para sentirse libre en el cielo, y como Martín Fierro, volver a empezar todos los días la aventura de vivir, con lo que venga de placer y de dolor, sin miedo a lo desconocido y con afecto a lo conocido. ¡Facundo, vaya nombre que se echó el hombre! Barbudo y guitarrero que conversa con Borges y con Atahualpa, que divaga por el mundo loco de Allen Ginsberg, el poeta que inspiró a los Beatles, y se hace amigo de los mozos y los basureros de China. Cantor de la injusticia sin panfletos y del absurdo mágico de la vida, a la que nunca se esquivó el bulto.

Latinoamericano al mango, lleno de historias fantásticas, conoce bien la tierra que cantan los folkloristas, y pudo haber sido un cantante de milongas bien digerido en Cosquín, aceptado por la academia del folklore, porque lo tiene todo: voz poderosa, manejo de la guitarra, habilidad para la rima y el toque pintoresco,

Empezó siendo un cantante tremendamente popular, con el homorístico apodo de “El indio Gasparino”, hace como veinticinco años. Cuando aquí no había canción libertaria fuera de la antigua tradición del tango y la florida y culta poesía del folklore, Gasparino se salía de los moldes comerciales mantenidos por Palito y las grabadoras, y se desbocaba en los clubes batiendo la posta. Pero a la larga se puso verde de bronca, sintiéndose encerrado en los estrechos pantalones del Indio Gasparino, y como el Increíble Hulk, reventó las costuras del éxito mandándose a mudar a la Isla de Pascua y a Cuzco, a conocer el mundo verdadero.

Es que Facundo ya sabía que hay que “Volar bajo, porque abajo está la verdad”. Lo dijo y lo hizo. Insatisfecho permanente, volvió a Buenos Aires para caer en las redes del circuito de café concerts, convertirse en un personaje de la bohemia elegante de la capital, cantante de protesta para tapados de visón, como él mismo dice. Eran los tiempos de temas como “John Parker Dimitrinsky”, un intento de burla a los dos imperialismos, y aquella outra que decía “El diablo es un señor que tiene cola pero la lleva en un maletín negro donde lleva también los documentos que lo autorizan a matar al pueblo”. De entonces es “Dale, dale Federico”, que quedó pegada en la memoria de todos.

Facundo ya estaba dejando de a poco el canto, la composición, para dedicarse a contar las cada vez má ricas historias y anécdotas que surgían de su vida y cabeza. Es una pena que Cabral no componga mucho, porque ha demostrado de sobra que lo sabe hacer, dejando esas pocas canciones sinceras llenas de fuerza y ternura.

Pero de nuevo Facundo no se bancó entrar en una huella y quedarse en un corral, aunque le fuera bien. En esos primeros años del setenta, el Gran Terror Nacional ya estaba empezando a mostrar su dentadura y Cabral se fue antes de que lo echaran. Entonces partió de nuevo, no sin dejar una despedida emocionada en un disco del 72: “Ahora que mi madre tiende mi cama para el que vendrá de más lejos cada vez, ahora me siento por fin en el camino, ahora iré por el mundo para leer el libro porque la obra de Dios se lee andando, la Creación es todo y eso es lo que voy a buscar”.

Ya lo ven: cuando salió del circulo de entendidos fue para conocer todo, para leer el libro de Dios sin saltear ni una página. Muchos en esos años dejaron el país porque corrían algún tipo de peligro, pero pocos fueron como Facundo capaces de aprovechar el salto para superar sus proprios limites culturales e ideológicos, fueron pocos los que se propusieron vivir el mundo a fondo. Como él dice por ahí: “Valía la pena escapar de mi pueblo y perderme en el mundo, reencontrarme, volver aquí y volverme a perder”.

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EXTRAÑAS HISTORIAS DE VIDA

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La historia de Facundo Cabral en Europa, Africa y Oriente se esfuma en un extraño laberinto de anécdotas que a veces parecen demasiado fantásticas para ser verdad. Anduvo por más de cien países, grabó en italiano, inglés y hasta cantó en idish por fonética. Conoció personajes como Golda Meir, Indira Ghandi, Arturo Rubinstein y Erich Fromm. Amasó una fortuna en Europa y la perdió para volver al vagabundaje por la India, Indochina y el Lejano Oriente, lo tirotearon en irlanda y vio caer el Napalm en Vietnam, anduvo con los beduínos, con los labradores y con los indios mejicanos. Quien pudo quedarse amasando una fortuna de cobros en Sadaic, quien varias veces triunfó comercialmente con su canto, no aguantó los cómodos terciopelos del éxito y eligió la vida, eligió seguir buscando el reino de los cielos, que en su opinión incluye la tierra. “Ayúdame Señor, no quiero ser un ciudadano de este mercado mediocre donde todos tienen precio”, ruega Cabral.

Hace poco volvió a la Argentina. “De las cinco primeras actuaciones, fui quatro veces preso”, comenta. Pero hay un público nuevo en la Argentina, un público joven que no para de buscar, que tiene las orejas abiertas para cosas tan diversas como Charly Garcia y Serrat. Los Twist y Mercedes Sosa. Un público que reconoce el olor de la autenticidad, y lo olfateó a Facundo de entrada, llenando masivamente sus vibrantes recitales de Ferrocabral. Ahora Facundo está aquí, en contato permanente con el público, haciendo giras, con su disco en vivo vendiéndose como pan caliente.

Facundo toca algo en la gente, algún secreto deseo de rebelión contra esta vida chata que nos toca vivir. Transmite libertad por todos los poros, sin necesidad de explicarlo demasiado. Se comunica con todos, directamente. Cuando estuvo internado al borde de la muerte, su lucha por la vida se convirtió en un ejemplo de dignidad humana que se reflejó hasta en las revistas más sensacionalistas, superando el chisme habitual en estos casos. El reportaje que figura en este número de Cantarrock fue echo en Arrecifes, provincia de Buenos Aires, antes y después de un recital. Y estando con Facundo se vela claramente que su mensaje, muchas veces complicado para el oído común, enciende algo en las personas de todas clases y edades.

Facundo puede ser contradictorio, genial, mentiroso, divertido, calculador, espontáneo, exagerado, revolucionario y reaccionario, todo al mismo tiempo. Va mostrando aí desnudo sus dudas y sus pasiones, hilando anécdotas y canciones a lo largo de la vida. Whitman, su maestro de siempre, decía en la introducción de su libro extraordinario, “Hojas de yerba”: “El que lee este libro toca un hombre”, lo mismo puede decirse de Facundo, porque el que va a sus recitales o escucha sus discos no asiste a un espectáculo artístico, recibe una lección de humanidad.

Fonte: Lernoud, Pipo. Revista Canta Rock nº 20, Buenos Aires: Barok S.R.L, 17/10/1984.

Ilustración de Tapa: Augusto Sicardi (https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEhkDiioxrW1D3vmg9QVZxXFOQe1tCTXa5O-IPLF5MdY9AJLghDjQUJ0ly2U9OsC1SXpoIv46g2F4aNSbbE7wk6c5ZydyhibbVHZclIZb2EZKouIzmMRtgm7aJ_CQ4TuoypcQNhC7yfGlVndUH31IYSyCs756QfPSmQX5OFKidnd-LrLl_jPNlu996pP=s600)

Crédito: https://folklore-raiz.blogspot.com/2021/12/revista-canta-rock-n-20-17-de-octubre.html?view=classic

Disponível: https://ahira.com.ar/wp-content/uploads/2020/08/Cantarock-n%C2%BA-20.pdf

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